Internet es una herramienta maravillosa. Es magia pura. Es la más grande alucinación opiosa de más de un intelectual en buen viaje de cualquier siglo en cualquier lugar. Todo comunicólogo hippie (todo comunicólogo tiene algo de hippie aunque se vista se sedas y Zaras) si lo piensa encuentra en la web un universo por descubrir que es creación y disfrute simultáneo de millones de usuarios en todo el mundo. McLuhan tenía razón; vivimos en dos universos, uno de los cuales es una divertida y nutritiva Aldea Global.
En los albores del wired que coincidieron con los albores de mi vida social y romántica (albores, ojo, no era tan precoz tampoco) mi entrada al Internet diose cuando entré por vez primera a Latin Chat a compartir risitas nerviosas con mis amigas en turno. Latin Chat (para todos aquellos jovenes nacidos después de Internet) era una página dividida en intereses para latinos que se dividían en chat rooms reconocibles por sus colores. Sin duda el rosa (creo que era el rosa) y el negro eran los máximos morbos de nuestras púberes mentes, pues correspondían a "gay/bisexual" y "busco sexo" respectivamente.
Algúna vez entramos, apenas alguien dijo "hola" y tetísimas como fuimos en nuestro máximo esplendor, salimos corriendo (o clickeando, pues) en ataque de histeria y lágrimas de risa.
Pasada la novedad, llegó ICQ, el pre messenger, Gtalk y todas esas mierdas. Sonaba oh-oh cuando otros te hablaban y se convirtió en la novedad porque ya no tenías que estar al teléfono para tener conversaciones privadas, había la posibilidad de ponerse uno su nickname (más interesante que tus iniciales cuando abriste tu primera cuenta de correo electrónico) y los infantiles coqueteos empezaban a darse. Sin embargo, era todo aquello bastante inocente, no sería hasta la llegada de msn, Hi5 y demás que empezaría el desastre...
Toda mi secundaria estuve bastante hooked, pero cuando entré a la prepa las cosas cambiaron. Con eso de que TODO lo que hacía sentía era visto como re fresa y yo me juraba la reencarnación de Ernesto Guevara, renuncié un poquito al chateo (todos mis contactos eran fresas del Olinca anyway) y me dediqué a leer intensidades y escuchar el disquito de Beth Gibbons y todas las recomendaciones de mis coolísimos amigos, irme de chelas a Coyoacán y pintarme el pelo verde. Usaba Internet para la bendita piratería musical cortesía de Napster y todas las imitaciones del mismo que vendrían con el tiempo. Pero nada más.
Eso hasta que llegué a la universidad. Y la banda tenía Hi5. Y era posible espiar a todo el mundo, porque literal, en cuestión de meses TODOS tenían perfil con fotos y descripciones de dónde estudiaban o trabajaban, vivían, con quién andaban, si tenían amiguitos chidos o no, con cuáles coincides tú (la frase el mundo es un pañuelo perdió su significado por completo) y básicamente el día a día de todos tus conocidos, crushes, pareja, amigos y némesis.
El Apocalipsis había llegado.
1. Me abrí un blog. Del cual esperaba mucho fanáticos que nunca llegaron. Más bien me hice conciente de que a mucha gente le caigo re mal por los muchos comentarios mala leche que dañaron mi autoestima y me ardieron pa' siempre (¿cómo golpeas a un anónimo?) además de que tuve que restringirme cada vez más porque esta casita se convirtió en una extensión de mi persona. Y las personas se comportan en sociedad y no lastiman egos de quienes los quieren. Y como no vaya a ser que te duela algo que escriba mejor no lo hago. Entonces le he desarrollado un amor odio a este espacio porque siento que no soy honesta. Y cuando lo soy me caga re leerme porque creo que soy re lame y de hueva y me voy a morir sola con mis gatos.
Conclusión: Los blogs son una maldición, porque además de todo, no quieres cerrarlos nunca. Y hacen que conozcas a tus crushes, enemigos, amigos etc. mejor y es medio vergonzoso que lo haces por su blog. ¿Ven? honestidades a medias.
2. Llegó Facebook. Y con el una serie interminable de malviajes. Porque descubres que tu peor enemigo es amiguísimo de alguien con quien te llevas que podría ofrecerte una chamba, entonces vives en constante terror de que el enemigo le diga lo que piense de ti y entonces evidentemente tu contacto le va a creer y tú te vas a quedar sin trabajo para siempre y morirte sola con tus gatos.
-O bien resulta que tu significant other conoce a un montón de personas a las cuales les parece sumamente atractiv@, entonces le dejan un montón de pendejadas en su profile (que además tienen mala ortografía) y tú te vuelves loca porque piensas que en cualquier momento te pueden bajar al significant other. O resulta que el significant other sí tiene una doble vida cibernética de contacto (por FB, mail, msn, you name it) de coqueteos con uno o varios de aquellos que viste u otros que ni siquiera conoces. Pero al final ni está haciendo nada y seguramente tu también caíste en ese juego alguna vez porque total no significa nada y te sube el ego. Tons' todo acaba en un juego interminable de celos en los que nadie puede reclamarse nada, pero lo haces de todas maneras.
-Lo mismo pasa cuando cortas con un significant other. Y entonces empiezas a espiarlo sin control alguno. Y cuando lo haces te duele la panza muchísimo y sufres a tal grado que no puedes pensar en nada más, en todo el día. Te obsesionas con saber más y más. El gran mal del Internet es que es un exceso de información. Y todos los excesos son malos. Malísimos. Pero eso no te importa cuando espías a todos los amigos del (la) ex, te sabes todo lo que hizo el fin de semana, descubres que le gusta alguien o que ha bajado de peso, etc, etc, etc. Todos sabemos que la felicidad de un ex (cuando estás en proceso de recuperación) es el mayor dolor que se puede sentir. Y más si va de la mano de un nuevo amor. Entonces el proceso de desapego no te toma los seis meses comprensibles y tradicionales, puede extenderse hasta el infinito. O hasta que te mueras sola con tus gatos.
-Y tu caes en el mismo juego. Publicas un status que sabes que le va a dar en la madre. Y subes una foto de un random que puede parecer tu ligue para que el otro enloquezca. Se convierte aquello en un give and take de venganzas que destruyen. La opción, piensas, es borrarlo de tu perfil, no entrar a su blog, no seguirlo en twitter. Bullshit. No vas a dejar de hacerlo y si lo (la) borras de Facebook te vas a volver más loc@ por la falta de información (es como el síndrome de abstinencia, pues).
3. Twitter. Ni hablar. Apenas medio empieza, pero es una regresión a high school. Cuando vez que tu archienemigo, tu ex, tu mejor amigo o quien sea duplica tus followers, aunque sea un poquito, te arde. Y el timeline es un concurso de simpatía, de carisma. Todos compiten por decir lo más entretenido, listillo, diferente, profundo, etc. (que, qué bueno, suficiente es aguantarse letras de Sabina y "oie komo sts bb!") pero es innegable que caemos en un pedo de competencia y stress sin paralelos. Además de que nos duele la panza cada vez que alguien está en un plan más chido que tú, (como yo que estoy encerrada en casa mientras leo tweets de borrachos y vacacionistas) le va mejor de chamba o alguna otra cosa que te deprima. O bien cuando pierdes followers y te preguntas ¿ahora qué hice? y checas tu timeline para darte cuenta que eres bien desagradable.
Si, seguro el argumento es que yo soy una freak sin autoestima que además es una intensa inculta que no piensa más que en necedades (insult me now, anónimos de mierda) pero quien no haya pasado por alguno de estos estados y odie el Internet a la par de que lo ama, responde únicamente a tres opciones:
1. (si otro conteo en mi post eterno) es un iluminado de la estabilidad emocional y seguro tiene un chingo de followers.
2. Es un enfermo mental sin emociones.
3. Tiene un iq de menos dos y no sabe usar ninguna plataforma más que para escribir: oie komo sts bb!
4. No tiene Internet.
Ya pues.
Se acabó el ultra rant.
Un beso de los de siempre.
Bye.
P.S. La imágen es de Lain. Una belleza de serie. Es animación japonesa, pero tengo buen gusto en televisión y seguro ni la han visto. A los críticos: callen, nacos.