18 de noviembre de 2011

Me gusta

cuando sonríes. Cuando jalas hacia un lado los labios y empujas tus lentes hacia arriba porque invariablemente se están cayendo. Me gusta cuando haces ambas cosas al mismo tiempo.
Que el iris se te nubla en las orillas y creo que por eso no ves bien.
Tu cara cuando te digo guapo.
Me gusta que tus calcetines tengan hoyos.
Los dedos largos de tus manos tan suaves.
Que me despiertes en las mañanas.
Cuando te pones triste. Cuando estás contento. Cuando te lavas los dientes.
Que me digas "mi amor" cada dos cuadras. Que me cantes tangos cuando platicas. Que siempre me estás platicando algo. Que te rías de mis chistes. Como celebras tus propios chistes. Que me digas que te gusto.
Me gustan tus amigos.
Que cargues un libro a todos lados y escribas pedazos de cuentos en la libreta roja. La que no es Moleskin pero parece.
Me gusta el nombre que le pusiste a tu perro.
La ballena que quieres tatuarte aunque probablemente nunca lo hagas.
Cuando te salen moretones de hemofílico como el hijito de los zares. Me gusta imaginarte bailando polka en el infierno con los rusos cuando le das tragos a tu vodka con agua quina. Cuando me llevas a conocer a tu gran amigo, el mesero canoso de la Covadonga.
Quedarme con las ganas de que también lo hagas con "tu chile Pepe Vasconcelos".
Que colecciones cosas. Como los caballeros, las camisas de fútbol, los libritos de Borges y las nenorras del Cruz Azul.
Cuando escribes. Cuando no escribes. Cuando me enseñas lo que escribes.
Me gusta que me beses. Que me toques atrás de la cabeza cuando lo haces. Que siempre regreses una última vez antes de que cierre la puerta.
Me gustas.
Me gustas todo. Me gustas mucho.

25 de septiembre de 2011

31

El camino fue corto, avenida Cuauhtémoc estaba vacía. Era tarde, miércoles, la gente decente no salía a la calle a esa hora y menos en una noche de escuela, pero esta vez eso no importaba. Pegué la cara a la ventana y vi pasar las luces de la ciudad en el camino. El señor Eberto manejaba silencioso, sabía cuando quedarse callado. Habían pasado muchos meses ya de trayectos lúgubres, en los que nuestro desubicado chofer se había tragado su buen carácter y había limitado la conversación a lo más indispensable.


Llegamos al horrible hospital de Cardiología, atendido por monjas grises como los abandonados muros de su edificio. Tan solo de ver la puerta me recorrió un escalofrío de la boca hasta el ombligo. Temblorosa, bajé del Ford 77 al oscuro viento de otoño. Me abracé jalando mi suetercito delgado y caminé lentamente hacia la puerta. Pensé en irme de vuelta al Pedregal, aunque honestamente no había mucho qué hacer en la casa de Pirules. Jugar con el perro, tal vez. Mi papá estaba en uno de sus interminables viajes, mi hermana Diana nunca tenía ganas de verme y mi abuela estaba muerta. Con ella nos habíamos muerto todos.

Una monja de ojos verdes me recibió amablemente. Me había visto varias veces, sabía lo que pasaba. Se me notaba la falta de amor, supongo. Con el tiempo aprendí que eso conmueve a cualquiera, o al menos a las viejas monjas de los hospitales. Salió de detrás del escritorio de recepción y me llevó con el doctor Rodríguez.

Mi madre había pasado mucho tiempo hospitalizada, desde Mayo. En un arranque de sus muchos antojos, fuimos por unos tacos a San Ángel para cenar una noche y pescó una salmonelosis gravísima. Después de un largo tratamiento en que su mal humor se había exacerbado como nunca, se estabilizó, pero también se sumió en la más honda de las tristezas. Nunca había sido alegre, al menos no con nosotros, pero jamás la había visto tan poco entusiasmada por vivir. Sus ojos bonitos estaban tan débiles como su cuerpo cansado y delgadísimo.

Al poco tiempo enfermó de nuevo, pero esta vez eran los riñones.-Para que un diabético tenga ese tipo de complicaciones es que le ganó el descuido- dijo mi tío Roberto. Todos los panes de plátano, las tazas de leche caliente, las tortillas de harina y las sesiones de repostería con sus amigas habían tenido su efecto. Regresó a la cama de hospital, pasó muchos días de agonía, pero finalmente estaba sana. Debilitada, pero viva.

El doctor Rodríguez cerró la puerta y me invitó a tomar asiento.

-Tu mamá está bien de los riñones, pero necesito que hables con ella. Por mucho suero que entre a su cuerpo, no es suficiente para que se recupere por completo. Regresa toda la comida intacta dese hace días. No va a mejorar si sigue así.

Si algo había distinguido a mi madre durante toda su vida, era su buen apetito. Demasiado bueno, dañino, adictivo. Que no quisiera comer era lo último que hubiera imaginado.

Fui a su cuarto. Estaba limpísimo, como todos los espacios que le rodearon en su vida. Su obsesión por el orden iba muy de acuerdo con los parámetros de un hospital. Me acerqué a ella tímidamente, como me había enseñado. Temerosa como siempre de hacer algo mal por mi sola existencia. –Hola mamá.- No respondió.

-Me dijo el doctor que no has comido. Igual no te gusta lo que te preparan, pero si no comes te vas a enfermar otra vez. – Silencio.

No me quitaba los ojos de encima. No se movió tampoco. Su piel tan blanca parecía del mismo tono que su camisón. Su pelo delgadito y corto, siempre tan bien peinado mantenía algo de grave dignidad, pero no era el mismo. Sus manos largas descansaban sobre su regazo con las uñas desnudas, en lugar del rojo brillante que tanto le gustaba. Tenía los labios secos, los ojos apagados.

-Cuídate mucho-dijo finalmente. No volví a escuchar su voz.

No tenía nada más qué decirle. Ella a mi tampoco. No dejamos de vernos hasta que cerré la puerta. Caminé por el pasillo con la mente en blanco, escuchando el eco de mis pasos. Salí sin despedirme del doctor Rodríguez ni de la monja de los ojos verdes, cada vez más rápido. Crucé corriendo el estacionamiento, subí al auto y regresé a casa. El señor Eberto me dio una palmadita en el hombro, me dirigió una breve sonrisa y arrancó el coche. Fuimos callados todo el camino.

La casa de Pirules dormía cuando entré de puntitas. Me acosté en la cama individual de las cobijas a cuadros con mi pijama de franela, abracé al oso panda e intenté dormir sin mucho éxito.

En la madrugada del jueves, alrededor de las cuatro finalmente me quedé dormida. Al mismo tiempo el corazón de mi madre se detuvo. Me dejé caer al sueño como ella a la muerte en su acostumbrada e inexplicable soledad.

7 de septiembre de 2011

10 pasos hacia la salvación.

1. Ya no le lloras en el baño del trabajo (y el del centro comercial, el de visitas de tu abuela, el del restaurante y claro, el de tu casa).
2. Se te olvida lanzarle #SinArrobas en Twitter.
3. Dejaste de cantarle TODAS las canciones que son remotamente cercanas a su situación (y las que no lo son, también).
4. El corazón se te queda en el mismo lugar cada vez que suena el teléfono, entra un DM o llega una notificación de tus 23094892 cuentas en Internet. Sabes que whatever it is, no es suyo.
5. Cambiaste las sábanas de tu cama.
6. Pierdes las habilidades de stalker, abandonas Facebook y te da hueva investigar quién es la puta (o el pendejo) detrás de cada reply de su TL.
7. Dejas de suspirar cuando pasas por "donde fuimos al cine, nos caimos en un charco, me contó de su pobre mamá" y todos los recuerditos geográficos en común.
8. Sobrevives la peda sin enviarle mensajes intensísimos, o peor, marcarle.
9. Empiezas a olvidar su voz. Te resignaste a que nunca más va a hablarte.
10. Puedes vivir con la posibilidad (o la realidad) de que se esté cogiendo (enamorando de) alguien más.

¿Cómo van?

24 de agosto de 2011

El Muerto.

El amor y los conflictos son como un cadáver. Por mucho que los sacudas tratando de revivirlos, no vas a hacer que despierten. Si el problema está resuelto o bien si está visto que no tiene solución, se debe dejar ir: enterrado, arrastrado por el viento o hundiéndolo en el mar.

El amor, por su parte, puede ser fulminado a balazos. Puede desaparecer de pronto o al cabo de años de deterioro; pero cuando sucede, no hay nada qué hacer. Por mucho que le gritemos, lloremos o roguemos al corazón, no va a moverse.

Hay que aprender a soltar al muerto, que pesa mucho dormir con huesos.

20 de julio de 2011

Loop.

Entre unas sábanas de flores doradas que se revuelven sobre una antigua cama de latón; al lado de la ventana; en la recámara más pequeña del departamento cinco del chueco edificio número 44 de la calle de Liverpool, cada mañana se activa la alarma de un celular en ruinas.

Una cabeza roja, a medio dormir, se asoma a saludar al peludo gato que la mira curiosamente mientras, a tientas, le pide al tiempo que se detenga cinco minutos más. Pero el tiempo que se marca en las manecillas, que cuentan que son las 8:05, luego las 8:10 y finalmente las 8:15;  le pica las orejas,  quienes le dicen a la cabeza que le avise a las piernas que es hora de levantarse. 

Entonces, el agua que pasa por los rizos de cobre  riega el cerezo de los hombros, despierta a la cara, acaricia a las piernas, masajea a la espalda y salpica a los pies. La ventana deja salir el vapor acumulado y permite la entrada al viento, quien a su vez, de frío, levanta los poros. Se reconocen los ojos rodeados de pecas cuando se aclara el espejo; debajo del rostro cuelga una toalla color frambuesa que abraza amorosamente al cuerpo desnudo.

Detrás de la pantalla, las víctimas del huracán en Guerrero, resuenan entre las cuatro paredes que guardan el taburete sobre el que ha caído la nota de la lavandería del vecino número 42; de la cual salieron limpios los pantalones, la blusa blanca y el saco ajustado. Todos estos hacen juego con los 10 centímetros de mentira que alardean los tacones beige; mismos que detienen su escandaloso caminar para darle tiempo al perfume de caer sobre el cuello, la nuca y el escote.

Las ojeras se borran con el paso de los dedos que luego intercambian el corrector por la brocha; la  que ha pasado por el polvo dorado y ahora adorna los pómulos que suben y bajan cuando los labios coral se vuelven pegajosos .

El anillo de plata golpea la madera de la mesa donde yace la cajetilla que cae dentro de la bolsa verde. La misma que carga con la libreta de los apuntes y el separador que descansa sobre la página 170 del libro prestado; acompañando al billete hábilmente protegido, por la elegante cartera que le ha heredado su madre.

Las escaleras soportan a los brincos apresurados que se balancean sobre los tacones que sobreviven a la pesada bolsa verde que guarda el monedero con los 10 pesos que cuesta el jugo de naranja; que compra en el puesto de frutas que está frente a la casa del señor cara de perro, que le mira las nalgas cuando se agacha a sobarle la cabeza al labrador negro, que cuida de la gitana que desayuna en la cafetería de la esquina. 

El semáforo cambia a rojo al ritmo de la empleada de la farmacia que cierra su bata blanca mientras levanta la mirada. Una que le responde a las pestañas detrás de un enorme armazón, que en efecto, puede darle de cambio "dos de a cinco".

Cinco con la que juguetea la mano dentro del saco azul ajustado recargado contra la parada de avenida Chapultepec, mientras espera al camión que llama la atención del viejo restaurador de esculturas. El que en medio de pedazos de yeso y santos descabezados devuelve la sonrisa a la de la melena roja, cuando se toma del tubo a las 9:30.

8 de julio de 2011

We'll meet again.

Don't know where, don't know when. But I know we'll meet again some sunny day.

Nunca olvidaste cantarme algo cuando te despedías y me dabas uno de esos abrazos en los que desaparecía de alivio. Nunca olvidaste mi cumpleaños, menos celebrarme. Nunca me olvidaste. Yo tampoco. Lo único que olvidaste fue decirme que no volvías a una próxima.

Será porque confiabas en que tendrías más mañanas de explorar mi alma vieja y mi corazón de oro. De que me contaras de tu infancia en el norte y tus legendarias mujeres. Otra ronda de regaños por tu afán de tomar azúcar con el café, en los que te jalaba las corbatitas de tela. Las gringas que nunca cambiaste e insistías en combinar con los horribles zapatos de piel y los pantalones beige que te quedaban cortos.

Tú tan puntual. Yo siempre corriendo. Tan caballero enseñándome a comportarme como la dama que dijiste nací siendo. Tan firme en pensar que la comida más importante del día se hace en las mañanas. Que la gente de bien se levanta temprano a trabajar y a tomar jugo de naranja.

Así nos conocimos, desayunando. No existíamos en otro horario. Desde la vez en que distraje a tu alumno el mirón en mi primer día de trabajo. Ese en el que entraste con los bigototes de morsa al salón, a quebrarme las rodillas de pena. Cuando te divirtió tanto mi bonito acento que me llevaste a comer pancakes "no hotcakes" aclaraste.

Te aprendí tantas necedades y tú tanto desenfreno. Porque siempre fui joven y tú viejo, pero no importaba, mejor así. Me nutrías con historias y yo con ingenuidad. Éramos un par de amigos de esos que se sientan a ver la vida pasar en el parque. De los que leen comics de Peanuts y se desdoblan de risa. Los que ven películas de Rita Hayworth y Fred Astaire. Los que se regañan por estar solos mientras se hacen compañía. Los que no entienden qué son, pero saben que no son amigos ni familia. Son almas reencontradas.

Te me fuiste. Me dejaste. No me diste nuestros abrazos antes de irte y ahora no puedo desaparecer contigo. No puedo escucharte porque no pude grabarte la voz ni la risa. La que escucho una y otra vez mientras te escribo. Mientras te comparto palabras, de los que siempre vivimos. De conversación bilingüe, lecciones de portugués y consultas de diccionario.

Me dejaste y te llevaste mi cacho más antiguo de corazón. El que te robaste en nuestras caminatas frías de secretos y nostalgias. Nunca me preparaste para que fueras mi nostalgia. No tengo con quién llorarte si no estás.

Decías que tenía algo de mágico y de fantasma. Tú de brujo y de mentira. Teníamos razón.

So honey, keep on smiling through just like you always do, till' the blue skies drive the dark clouds far away. (Como los soldados Raúl, como los soldados).

28 de junio de 2011

Cinco.

Que se marine en halagos, sonrojos, insinuaciones y narraciones privadas. Que se añadan besos, empujones contra el muro, punzadas en el vientre, manos debajo de la falda. Que los labios nos sepan a ganas, a deseo. Que sobren los pretextos para el antojo.

Que le salga el sudor a la euforia. Que se muestren los dientes y salga la risa. Que se tomen las manos para que vayan a la cintura, a los labios, a la espalda, entre las piernas. Para que se conozcan los pliegues, las cosquillas, las asperezas y humedades. Que se suspiren complicidades, deseos y dulzura. Que de añoranza se acaricien las piernas en el trabajo.

Que suba y baje el ritmo, pero que no deje de subir la temperatura. Que se impregnen las almohadas, el pelo y el ombligo de perfumes. Del propio y el ajeno. Que se hunda mi nariz en el colchón cuando te vayas. Que se quede un pedazo tuyo en mi cajón para olerte a placer.

Que se detengan los ojos en los labios. En los tatuajes, en las caderas. Que hagan fotografías. Que vean los lunares, las cicatrices, los velludos rastros. Que vean los tuyos cómo te miran los mios, que vean los tuyos cómo se cierran los mios. Que hagas la siesta para volver a vernos.

Que tenga música de fondo. Una canción que suene dentro de la cabeza y acompañe los gemidos. Que te sorprendas tarareándola días después. Que aparezca en la rotación de la librería en la que buscas un regalo. Que te lleve de vuelta sin importar el tiempo.

Que nos vacíe la mente y nos llene el corazón.

Para que nunca te olvide(s).

23 de junio de 2011

Contrato de pre-noviazgo

Presento con orgullo el primer texto colaborativo entre @PrincessMPeach (en su blog también estará disponible) y una servidora que consta de tres partes. Su reproducción está permitida siempre y cuando tenga el propósito de hacer de la vida de quienes decidan firmarlo, una más llevadera, feliz y comprometida. Tiene como objetivo mejorar la calidad de la relación, evitar dimes y diretes además de fomentar la buena comunicación.

CONTRATO DE pre-noviazgo, noviazgo y despedida

El presente contrato tendrá una duración en su totalidad de no más de cinco (5) años a partir de la fecha, y puede ser renovado entonces en caso de que las partes estén de acuerdo. De lo contrario, quedará anulado sin necesidad de que exista el divorcio ni el papeleo; sin incurrir en gastos molestos, ni en reuniones incómodas.

Yo, _____________________, mayor de edad, con Documento de Identidad Nº ____________, a quien en lo sucesivo se denominará "el/la esposo(a)", y la/el señor(a) _____________________, mayor de edad, con Documento de Identidad Nº ___________________, en adelante "el/la esposa(o)", han convenido y pactado:

CAPITULO I: DEl pre-noviazgo

Artículo 1 La conversación es un diálogo, no un monólogo.

Artículo 2 No intentar impresionar. No presumir. No lucirse, ni hacer pasar vergüenzas.

Artículo 3 La primera y segunda cita son de dos personas nada más; los amigos se conocen después. Está prohibido cohibir/presionar al otro presentándole a todos tan pronto.

Artículo 4 Si se acuerda llamar a la otra persona, hacerlo; de lo contrario, no prometer nada.

Artículo 5 Cuidar siempre el aliento, es muy temprano en la relación para soportar un tufo.

Artículo 6 Es decisión de dos el plan que se llevará a cabo: prohibido usar las palabras “lo que tú quieras”, “no sé” y/o “me da igual”.

Artículo 7 Es básico contar con un alto nivel de educación de modales: no eructar, no picarse los dientes, taparse la boca al estornudar, comer con la boca cerrada, no gases.

Artículo 8 Cortejar de manera natural: no tácticas

Tácticas

8.1 Halagos injustificados

8.2 Rondas de preguntas (¿Cuál es tu color favorito?)

8.3 Hacerse el/la desinteresado(a)

Artículo 9 Prohibido usar el adjetivo: gorda (ni de cariño)

Artículo 10 No cancelar o cambiar planes en el último minuto.

Artículo 11 Las citas por medios electrónicos nunca deben superar las que sean en persona.

Artículo 12 Siempre estar aseado(a) y perfumado(a)

Artículo 13 No besar con los ojos abiertos (a menos que se vea románticamente a la persona).

Artículo 14 Los reclamos por falta de llamadas o cortesías están prohibidos.

Artículos 15 Las llamadas provocadas por sustancias enervantes sólo están permitidas si son eufóricas, nunca para malcopear.

_______

Siguiente capítulo: Del noviazgo.

You know what they say about romance?

6:30-9:30
Despertar-Ejercitarse-Asearse.
Desayunar-Trasladarse-Llegar a trabajar.

10:00-10:20
Teclear: "¡Buenos días guapa!
10:04-10:05
Teclear: "¡Hola amor! Besos.

10:05-14:00
Trabajar

14:00-16:00
Comer

16:00-16:01
Teclear: "Te extraño ya quiero verte"
16:02-16:03
Teclear: "Yo a tí, ya falta menos".

16:03-19:00
Trabajar

19:00-20:00
Salir-Trasladarse-Llegar a casa.

21:00-21:15
Trasladarse - Llegar a verse.

21:30-22:00
Besarse- Cocinar-Mirarse-Hablarse

22:00-23:00
Cenar-Poner una película- Quedarse dormidos- Quitar la película.

11:15
Ir a la cama. Besarse. Dormirse.

En el mundo moderno no hay tiempo para quererse.

21 de junio de 2011

Y

Despedirse es inevitable, nada permanece.

Algunas despedidas no sabes que lo son hasta después. Otras más se anuncian.
Otras no pueden creerse.
Unas son largas, otras cortitas, simplonas.
A veces son necesarias, benéficas por las heridas que cierran. Esas que dejan cicatrices grandotas que recuerdas cuando hay frío.
Hay algunas que nunca se entienden, que nunca se perdonan.
Hay unas que son más importantes que otras. Y una, que es la más importante de todas.
Hay otras furiosas, gritonas, derrotadas.
Muchas más son apasionadamente rebatidas, postergadas.

Además ninguna es igual, porque todas duelen diferente.

A veces se lloran en conjunto, pero más bien se lloran en solitario.
Algunas apenas humedecen los ojos, se olvidan de inmediato. Como cuando te pegas en los dedos de los pies con la esquina de la cama.
Unas más se lloran por entregas.
También se lloran en seco. En silencio. Acompañan los pasos, los olores, los sabores, los lugares.
Otras se lloran con dolor profundo, se sienten como un yunque que destruye la garganta. Uno que provoca lágrimas saladas, silentes. De esas que resbalan tibias hasta el escote, que no se detienen. Que se lloran por saberte llorando con tantísima tristeza. Con tantísima resignación.

Así te lloré yo.

Después de una despedida muy larga. Una apasionadamente rebatida y postergada. Anunciada, pero de las que no pueden creerse. La furiosa, gritona, derrotada. Esa que me duele cuando hay frío. Que me destruyó la garganta y las entrañas. Que me hizo temblar la boca y tocarme el corazón de tantísimo escondido dolor. Que provocó se me mojara el escote y enmudecieran mis sollozos. Calladita de resignación y de luto.

Esa que hace que siempre haya Ys de más en todos mis textos. Como tú y yo. Siempre TÚ más YO.

Nuestra despedida, la imperdonable.
La necesaria.

La última.

20 de junio de 2011

Fé de ratas.

Santa Fé está muerto. Es todo de metal y plástico. Lo odio. Una ciudad laboral, una pesadilla de novela catastrofista de los 50. Miles de trabajadores ataviados en trajes sastre, tacones, medias, corbatas...todo el uniforme, pasan sus días sentados frente a una computadora, dentro de un cubículo, perdiendo la vida. Como en el video de Pearl Jam.
¿Para qué? ¿Para qué tanto esmero?

La comida es mala, la que es buena es muy cara.
Todo es carísimo, artificial, corporativo, tan frío.
Como para recordarte que estás muy lejos del éxito, para recordarte tu lugar. Para hacerte sentir miserable y deseoso.

No hay dónde ir a caminar. No hay señor de la tiendita que te salude en las mañanas. No hay nada bonito qué ver si eres peatón.
Porque en Santa Fé la gente no anda a pie. "Eso es de nacos" no tener coche. Todo se hace en coche. Andar en moto es suicida. Andar en bicicleta imposible. Entonces la fuerza laboral se pasa la otra mitad de la vida entrando y saliendo del rumbo del demonio, sentado de nuevo, acelerando, frenando, prendiendo el radio, apagando el radio, gritando, llegando tarde siempre.

El trabajo enajenado disfrazado de ejecutivo glamour con edificiotes y tiendas lindas.
Todo parte del sistema. Es horrible. Es desolador, es derrota almas.
A veces siento que traiciono a mi espiritu por regalarle tantas horas de mi vida.

7 de junio de 2011

So...

I've been hanging out with a boy.

16 de mayo de 2011

Dulces lilas en mis sueños.

Cuando tenía muchos años menos, visitaba en ocasiones a la hermana de mi madre y mi primo a su pequeño y acogedor hogar. Mi hermano no nacía todavía (o era un bebé apenas) si hacemos cuentas, con Luis Jr. de 20 años, sí que ha pasado el tiempo.

No por eso me acuerdo con menos precisión de cada rincón del departamento de Portales. Estaba alfombrado color rosa viejo y era de paredes marfil. Su dueña siempre ha hecho gala de un gusto impecable, mismo que estará para siempre grabado en mi cabeza por la cenefa de flores bugambilia, verdes y doradas que pintó a lo largo de toda la casa. La que conectaba una preciosa sala de cojines satinados color durazno y berenjena con el comedorcito viejo con sillas de mimbre.

Siempre olía a frío, a elegancia, a romántico. Tenía dos cuartos. El de Jorge y el suyo. Del primero no me acuerdo, será que era la habitación de un niño y los espacios masculinos nunca me han sido relevantes. En cambio, el de ella era hermosísimo con sus mesitas de madera, la preciosa lámpara art decó con hadas, su joyería gruesa, los botes de cristal, los marcos con retratos de la abuela y los perfumes turquesa. Pero lo más bello de todo era, en el centro, una preciosa cama de latón.

Me volaba la imaginación cada vez que me asomaba a contemplarla. Me parecía era como la de Mary Poppins que volaba, o donde debía haber descansado la pelirrojita del Jardín Secreto. Luego me convencía de que había pertenecidos a una enigmática gitana o a una artista atormentada.

Cuando el depa de Portales quedó vacío y el comedor, los cojines de satén y los legos del crío se mudaron al sur de la ciudad, la cama que llegó con ellos no lo hizo para quedarse. Pasó a la hermana más pequeña de su dueña, que, como todos los que emprenden su vida en solitario, requería amueblar su nuevo espacio.

Entonces aunque cambió de manos, no dejé de verla -afortunadamente-. Cada vez que pasaba a San Pedro de los Pinos para saludar a la inquilina de la calle 22, me asomaba a visitarla también. Quedaba bien en su nuevo entorno, más blanco, más sencillo, más joven, esperanzado más como su nueva dueña.

Pasaron varios años en los que la cama fue testigo de amores, letras y hasta fantasmas de su durmiente. Se llenó de ella como alguna vez se llenara de mi tía la rubia y todas las que estuvieron antes que ella. Hasta que un día se saturó de recuerdos. O se le saturó a la vecina de San Pedro la espalda de dolores, una de dos.

La cama iba a cambiar de casa una vez más. Yo empezaba a planear mi mudanza, así que sin pensarlo dos veces reclamé su propiedad. Lila me la pasó aliviada de deshacerse del problema, sin imaginarse lo que implicaba para mí.

Así llegaron la base, la piecera y las tablas que las unen. No llegó el colchón porque no pudo seguirle el ritmo de pasiones al latón. Se quedó así, en pedazos, metida en la bodega de la casa de Tlalpan durante meses. Pasaba que con la mudanza pronta, quería estrenar algo. O que pensaba que la cama estaba en la familia para acompañar a las solteras que se lanzan a la aventura de la vida real.

Y les da buena suerte.

Ahora llevo un mes durmiendo sobre un colchón nuevo, con unas sábanas doradas que hacen juego con los tubos que lo abrazan. Me espera todos los días la hermosa cama de latón (ya no me maravilla como en la infancia, pero me sigue pareciendo divina) de la que me enamoré a los siete años, a la que le he puesto tantas fantasías, tanta fe. Y alguna vez tantísimo deseo.

Reporto que hasta el momento, no me decepcionado.

20 de abril de 2011

Just like Heaven


Me gustan las comedias románticas. No voy a decir que "las he visto todas" o "soy súper fan" pero no puedo negar que si me encuentro una película con pinta de pertenecer al bonito género, la veo de principio a fin. Así me he soplado un poco de todo, desde las más chafas hasta las verdaderas joyas del género. De estas últimas, creo que puedo presumir de haber visto la colección completa de Julia Roberts y Meg Ryan, las reinas indudables de mi generación.

Verán entonces la importancia que le doy a todo el asunto. Como miles de chicas de mi edad (más grandes y chicas también) soñé con enamorarme del tipo más equivocado en Paris, cantar plegarias con mi mejor amigo gay y todos los asistentes a una rehearsal diner, creí en la posibilidad de enamorarme por correo electrónico, confesé mi amor una noche lluviosa a la "I'm just a girl, standing in front of a boy..." aprendí a hablar como Billy Cristal diciendo paprikash y contemplé la posibilidad de ser una novia de Junio en el Plaza de Manhattan.

De cine de autor no se vive, el entretenimiento sencillo, chistosito y fantasioso de simpáticas mujeres enamorándose de hombres inexistentes, por mindless y mentiroso que sea, es necesario. Entonces, yo quiero mis buenas comedias románticas. Y ya no hay. O son demasiado comedias o son demasiado románticas.

Y más allá de las tramas (que no es excusa, Four weddings and a Funeral, Love Actually y About a Boy son fabulosas) que puede perdonárseles la calidad, lo que me hace falta son los personajes.

Extraño a Stanley Tucci de complemento al héroe guapo, despistado e incorrecto, la risa (LA RISA) hermosísima, contagiosa de Julia, la melena de Meg, un prince charming de pelo entrecano con voz suavecita como la de Richard Gere... y nada.

Puras películas malas, olvidables, cínicamente formuláicas (engáñame Hollywood, un poco, un poquito más) sin alma, de pésima producción. Ya no me entero de los estrenos porque no fallan en decepcionarme. Me duele, así que opto por la negación, veo repeticiones, recuerdo los guiones que me hicieron nudos en las tripas durante mi adolescencia, esperando siempre...

Anne Hathaway, Kate Hudson, háganmela buena. Traten, aunque sea con mucho trabajo de convertirse en mi nueva Julia. Quiero sentirme ustedes y querer serlo en 90 minutos porfavor.

Las mujeres como yo necesitamos -más de lo que pensé nunca-, llenarnos el corazón con pendejadas.

3 de abril de 2011

23 de marzo de 2011

Pausa.

Caminé tres pasos sobre la lateral, sentí a alguién atrás. Acababa de bajarme del coche. Me alcanzó, su mano rodeó mi boca y me habló al oído: "no la armes de pedo, cállate". Llegaron tres más, uno pegó su pistola a mi espalda. Me acorralaron contra la pared. Abrieron mi bolsa y sacaron mi celular. Dijeron que les diera dinero, contesté que solo traía monedas y un libro. Se enojaron. Se cobraron tocando mi cintura, entre mis piernas y mi pecho. Rieron y aventaron mis cosas. Me dieron un par de golpes en la cara para que dejara de temblar "ni te pasó nada". Me soltaron, tomé la bolsa del piso y corrí como nunca siguiendo las instrucciones de "vete derechito o te pego un balazo".

1 de enero de 2011

Vege.

Cuando se toma una decisión, se hace con la plena consciencia de los posibles outcomes que tendrá. Una decisión bien tomada al menos. Hay unas que son más definitivas que otras. Esas que implican un compromiso de por vida y que se deben a la necesaria paz mental de que el discurso y la rutina sean consecuencia uno de otro. Por eso requieren de tiempo, consideración, información, educación, prueba. 2010 fue el año en que pasé por uno de esos momentos. Me convertí en vegetariana.

He sufrido la crisis de neo vege inicial en que sólo consumes jugos, ensalada, quesadillas, pan etc. y te das cuenta de que no sabes cocinar una chingada. Mi pobre madre hace corajinas con que “no puedo comer nada” y escoger un restaurante o ir a un evento con comida pre seleccionada es pedo magno. Pero lo vale. Viniendo de múltiples traumas con la comida que terminaron por joderme el metabolismo y el alma, la alimentación se me ha convertido en algo fundamental.

Por eso quien quiera saber “y como por qué soy vegetariana ahora” voy a referirlo a este escrito.
Verán:

1. La industria de la carne es altamente dañina para el ambiente.
-El 18% de emisiones de CO2 provienen de la industria ganadera aunado al 64% de emisiones de amoniaco antropogénico que contribuyen a la lluvia ácida y la acidificación de los ecosistemas. Una vegetariano emite siete veces menos gases de efecto invernadero que un carnívoro.
-Representa el 8% del consumo global de agua utilizada en el riego de cultivos para la alimentación del ganado. Los desechos animales, antibióticos, hormonas, fertilizantes y demás químicos son causantes de enfermedades humanas, zonas muertas en cuerpos acuáticos, degradación de corales y sedimentaciones (entre otras broncas).
-El terreno ocupado para la crianza de ganado deforesta y erosiona enormes extensiones de terreno. 70% de las tierras del Amazonas son ocupadas para matar vacas, cerdos, cabras y pollos además que de paso se lleva especies endémicas.
-La pesca desmedida está desequilibrando el hábitat de miles de especies. Tortugas, tiburones, aves, focas y delfines se enredan cada año junto con el atún enlatado que compras en el súper.

2. La crueldad animal es inaceptable.
Los animales que se come la gente son igual de adorables que tu poodle, pero a ellos nos los cuida nadie. Padecen desnutrición, agresión sexual, golpes, modificación genética (los pollos tienen pechugas tan grandes que no pueden estar parados, por ejemplo) tortura (las vacas viven entre su excremento, se mueren desangradas y de cabeza, a los pollitos les cortan el pico con navajas frías, a los cerdos les cortan la cola y dejan las heridas abiertas mismas que los otros muerden provocando infecciones. Las vacas lecheras viven en el mismo establo toda su vida y sufren infecciones en las ubres que entre otras cosas provoca que vivan la mitad de lo esperable para su especie.) y en general una vida indignante. Si bien en México existen normas alrededor de la crianza y opciones orgánicas (en que las vaquitas viven muy contentas pastando) no me es suficiente. Por un lado, perdí la confianza en las autoridades de mi país hace muchos años y por el otro, la demanda de carne mexicana ha bajado en hasta un 60%, entonces la opción es carne gringa más barata que proviene de las fábricas de carne en donde ocurren mencionadas pesadillas. (Same shit with american and japanese fish).

Como es tan complicado saber de dónde provienen los productos cárnicos que uno consume, mejor abandonarlos por completo.

No puedo ser parte de la demanda a una industria tan falta de ética. Al igual que no consumo productos de piel, me niego a comerme un animal torturado. Un salmón hambreado por dos semanas antes de morir asfixiado, es igual de cruel que fomentar una pelea de perros.

3. Ser vegetariano es más saludable.
En mi familia hay todo: diabetes, problemas del corazón, colesterol alto etc. (todo menos cáncer, pero no cantamos victoria). Tengo la presión baja y siempre he sido medio enfermiza. Una dieta vegetariana provee todos los nutrientes que el cuerpo requiere (necesitamos muchas menos proteínas de las que la industria de la carne les ha hecho pensar) y me evita el consumo de hormonas, grasas y contaminantes. Comiendo se cura uno y previene enfermarse.

Comer frutas, verduras y semillas es más sano que cochinita pibil. Let’s be honest here, folks.

Acá les dejo algunos links para quien guste saber más, ande queriendo probar una dieta vegetariana o quiera darme la contra.
http://www.peta.org/
www.inforural.com.mx/noticias.php?&id_rubrique=338&id_article=65076
http://www.veganoutreach.org/
http://www.fao.org/
www.vrg.org/nutrition

Y unos documentales también:
Earthlings.

Cheers.

The Graduate

Por distintos motivos que no tienen que ver con mí disciplina, intelecto ni responsabilidad, terminé la escuela después que algunos varios de mi edad, como sé estás consciente. Estuve más tiempo del necesario estudiando, aunque tal vez fue justo el que debía, ya lo dirá la vida. Como haya sido, fue un viaje bien maravilloso, dolorosísimo a ratos, muy divertido, lleno de emociones. Fui mi yo más auténtico, más proveniente de las tripas. Por eso me conociste como nadie me conoce ni me conocerá nunca. Y sorprendentemente me quieres.

Me costó muchas lágrimas y estuve a nada de dejarlo más de un vez, sabes de lo que hablo. Sabes porque esa temporada me eres tú. Y ahora ya acabé. Ya acabamos.

Gracias por estar siempre. Por celebrar su fin conmigo. Igual hubieramos llegado, pero mejor que lo hicimos después de tan hermoso y trágico camino.

Voyager

El compañero de aventuras más fiel de mi existencia (menos por su enfermiza naturaleza) dio su último suspiro en el verano. Mi primer y único cochecito, Chococat, vio el fin de sus días en medio de una historia tan inverosímil y accidentada como las que suelen ocurrirme.

Además de las lágrimas que el evento desató, dejé de escuchar a Carmen en las mañanas. Se acabó eso de cantar Fiona Apple a todo pulmón ante la latest love fatality y fumar de noche en la carretera con la ventana abierta. Perdí el placer de estacionarme en lugares imposibles a la par que ejercitaba los brazos gracias a la ausencia de dirección hidráulica. Me quedé sin la extensión de mis aposentos en la que siempre había un libro y un sweater para el aburrimiento y el frío. Terminaron las risas nocturnas, las pláticas con el copiloto ocasional y las euforias de camino y vuelta de la fiesta.

Pero también fui olvidando lo que significa pelear con la señora imbécil de enfrente y el taxista que te manda besos en medio de tus muinas (todo a menos de 1km de haber salido de casa). Ver cómo se te va la vida sentado en medio del tráfico. El tráfico de la mañana, de la media mañana, de la hora de comer, de la hora de salida de los niños de la escuela, de la hora de salida de los Godinez de la oficina, de viernes de quincena, del ocasionado por que un mini Cooper acabó de cabeza en Constituyentes o porque cerraron Reforma los de la Antorcha Campesina. Dejé de buscar lugar en la Condesa y la Roma para acabar a un día de camino de la mezcalería o dejar medio riñón en el estacionamiento del centro comercial. Pelearme con el valet porque no aparece mi disco pirata de Britney y preferir que me paguen el golpe a hablar a los ineptos del seguro. Me cuesta recordar la angustia de que al coche algo nuevo le suena cada vez que sale del mecánico. O que me quedé sin gasolina, la siguiente gas está a 403874543875 kilómetros, no traigo efectivo, no aceptan tarjeta, no hay cajero, Periférico está parado de las Flores a Polanco y yo estoy a medio camino (además tengo que hacer pipí). Anti alcoholímetro dejó de ser la cuenta más importante de mi time line cada fin de semana y me he desentendido por completo de un chingo de llaves. No extraño ni un poco el pago de la tenencia, el seguro, el servicio, la hojalatería, la verificación etcéeeeteeeeraaaaa (¡Puf!).

Ahora gasto pequeñas fortunas en taxis para volver al hogar en las noches de parranda, o vagabundeo crasheando en casas de los amigos. Me voy parada cargando mis chingaderas pesadísimas, que ha provocado un consumo de Lonol digno de un atleta profesional. Algunas distancias se hacen más largas por los tortuosos trasbordos o el amontonamiento de mexicanos olorosos. Amontonamientos en los que no falta el caliente que acerca demasiado su humanidad a la mía y además me bolsea para llevarse mi telefonito.

Pero ahora también pago 15 pesos en transportación contra 50 de gasolina. Camino como preparatoriana por la banqueta con mis nuevos y sucios Converse blancos. Platico con extraños de cuando en cuando y saludo cada mañana a la de los jugos de Barranca del Muerto. Subo y bajo escaleras larguísimas entre puentes peatonales y los profundos andenes de la línea naranja. Leo revistas, folletos, periódicos, libros; todo lo que me llegue a las manos. Leo como hacía mucho no podía. Escucho Unkle a través de mis audífonos mientras construyo videos musicales con los extravagantísimos personajes que andan a pie. Aprendo a moverme en metro, trolebús, metrobus, camión, pesero y la ubicación de los sitios de taxi en toda la ciudad. Invento historias con los pasajeros de todos ellos. Ando bien sola, me gusta. Cherry on the top: Soy coherente con mi green policy.

Total que al final son unas por otras. Pero las otras nuevas me tienen muy enamorada. Todavía no se me pasa la infatuation por la independencia del coche y el poder que me hace sentir en consecuencia. No creo que se me pase pronto tampoco.

Treats

¿Ven como todas las niñitas mexicanas veían a la Bella Durmiente en su infancia y le pedían a diosito, las estrellas o whatever que las convirtiera en rubias? ¿Y luego en cuanto les fue posible corrieron por el peróxido y se pintaron los pelos amarillos?

Pues mi historia es más o menos la misma, pero yo quería ser pelirroja. Como tengo pecas y los ojos oscuros, siempre pensé que podría hasta pasar por una de verdad. Las de cabeza de cerillo me parecieron siempre las más badass de todas. Bien guapas, exóticas y estilosas.

Por eso una mañana desperté y decidí ir a pelirrojearme. Para ser como Shirley Manson, Jessica Rabbit, Christina Hendricks, Katharine Hepburn y Florence Welch. Lo hice. No sé si he logrado ser tan chida como las melenas de cereza antes mencionadas, pero si me queda claro que life is way funner as a redhead.

El caprichito me ha traído desde luego un asalto a la cartera, pelo seco, esclavitud a tratamientos para greñas teñidas y visita mensual al colorist. A veces, admito, it’s a drag y me caga, pero hasta el momento, el resultado bien ha valido la pena.

Aunado al rojo nuevo, finalmente concluyó mi búsqueda de años por el tatuaje perfecto. Un cherry blossom, por aquello de la oportunidad eterna que uno tiene de renacer y reinventarse y "esas mamadas güey". Encontré un diseño bellísimo, enorme y rosa que una tarde de noviembre me trazó un chief tatuador en la espalda. Aguanté tres horas seguidas sin llorar (la campeona, me dicen) y pasado el malviaje del día siguiente (que te súper arrepientes y piensas en tu futuro y que eres una loca estúpida que nunca va a tener trabajo) aprovecho cualquier oportunidad para enseñarlo y creo que es la mejor idea que he tenido en un lustro.

Todo bien. Me gusta usarme de canvas.

Silence

Debo confesar que le había agarrado un poco de miedo/fobia a este espacio. El año que terminó hace unas horas hizo que me diera cuenta como nunca antes de la importancia de cuánto, cómo, dónde, con quién y para qué revela uno de su persona. Siempre me he caracterizado por ser sumamente indiscreta, poco misteriosa pues. Mis nuevos conocidos saben mucho, pronto. Ni se diga de mis espacios virtuales. Quien haya leído este blog o en Twitter sabrá perfectamente a lo que me refiero.

Eso puede funcionarle a uno cuándo es estudiante. O cuando trabaja muy lejos del pequeñísimo grupejo social que compone a la ciudad en la que uno reside (sobre todo si es Mexico City ¿no?) pero hasta cierto tiempo y cierta edad. Sobre todo ahora que la gente que me rodea (y seguro a ustedes también) es mucho más participativa de herramientas en internet de comunicación y conexión.

Lo mismo con las relaciones one on one. Mostrar mucho de uno puede resultar contraproducente y angustioso. Todo el mundo conoce a todo el mundo y la opinión del primero puedo convertirse en la de la multitud. Puede tener repercusiones más graves de las que pudiste imaginarte. People are shit, ya' know?

Entonces por eso me quedé callada estos meses. Porque aprendí a ser más pudorosa de mi vida y mis emociones y opiniones. Porque me cansó la sensación de probable juicio constante de mi cabeza por medio de mi tecleadero.

Este año será más de lo mismo seguramente. Habrá más de una publicación irrepresible de emociones, seguramente, pero creo que "mi línea editorial" será ciertamente más privada.

Y nada, eso.