1 de enero de 2011

Silence

Debo confesar que le había agarrado un poco de miedo/fobia a este espacio. El año que terminó hace unas horas hizo que me diera cuenta como nunca antes de la importancia de cuánto, cómo, dónde, con quién y para qué revela uno de su persona. Siempre me he caracterizado por ser sumamente indiscreta, poco misteriosa pues. Mis nuevos conocidos saben mucho, pronto. Ni se diga de mis espacios virtuales. Quien haya leído este blog o en Twitter sabrá perfectamente a lo que me refiero.

Eso puede funcionarle a uno cuándo es estudiante. O cuando trabaja muy lejos del pequeñísimo grupejo social que compone a la ciudad en la que uno reside (sobre todo si es Mexico City ¿no?) pero hasta cierto tiempo y cierta edad. Sobre todo ahora que la gente que me rodea (y seguro a ustedes también) es mucho más participativa de herramientas en internet de comunicación y conexión.

Lo mismo con las relaciones one on one. Mostrar mucho de uno puede resultar contraproducente y angustioso. Todo el mundo conoce a todo el mundo y la opinión del primero puedo convertirse en la de la multitud. Puede tener repercusiones más graves de las que pudiste imaginarte. People are shit, ya' know?

Entonces por eso me quedé callada estos meses. Porque aprendí a ser más pudorosa de mi vida y mis emociones y opiniones. Porque me cansó la sensación de probable juicio constante de mi cabeza por medio de mi tecleadero.

Este año será más de lo mismo seguramente. Habrá más de una publicación irrepresible de emociones, seguramente, pero creo que "mi línea editorial" será ciertamente más privada.

Y nada, eso.

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