17 de noviembre de 2009

Woman like a Man


Hace tiempo una mujer sumamente inteligente me platicó sobre su nuevo novio (con el que lleva ya varios meses muy contenta) y de como estaba fascinada con el. La razón era que sin dejar de ser hombre, estaba en constante contacto con su lado femenino (tanto que lleva las cejas depiladas, por ejemplo) y como resultado la traía a ella enamorada físicamente y filosóficamente también.

Cuando conocí al hombre en cuestión, me sorprendió muchísimo su persona. Y sé que no soy la única, porque una paseadita por un mercado de la colonia Roma me dio la razón. Sin embargo, al cabo de unas horas, entendí completamente a qué se había referido la novia, y no me quedó duda alguna de la perfección de su unión.

Desde entonces me ha rondado la cabeza mencionada dualidad. Que no tiene nada que ver con un aspecto andrógino ni nada similar. Más bien resulta de la comunión con tus dos lados. Y eso no significa que exista ambigüedad sexual, bisexualidad, experimentación ni homosexualidad definitiva. Tiene que ver con aceptar quien eres enteramente. Y eso nos lo han reprimido toda la vida.

Porque a mi me enseñaron que igual no estaba tan chido jugar con carritos ni decir groserías. Y tampoco está tan bueno que te gusten los coches y el futbol. Y a mi hermano le han dicho que ser muy vanidoso se acerca al precipicio del travestismo y que está bien andar sin playera por la vida, porque es hombrecito.

Sin duda somos diferentes. Y a mi no me gustaría andar en chichis por la vida. Y claro que creo en el poder femenino y en la equidad sobre la igualdad mal entendida. Pero mi punto es otro. Todo proviene por ejemplo, de cuando te atreves a adoptar una actitud más masculina que femenina en el mundo. Más agresiva, más segura, más relajada y hasta simplona. Cuando en vez de buscarle 17 pies al gato, digieres lo que te dijo el otro tal cual lo dijo. Cuando dejas de leer entre líneas todo el tiempo y alguna vez te atreves a eructar en la mesa y celebrar un gol como cabrón.

Es liberador. Y es sumamente atractivo también.

A las mujeres les gustan más los hombres que tienen la sensibilidad de entender sus preocupaciones más imbéciles porque tienen la capacidad de ponerse en sus zapatos. Y eso va desde traumas de abandono paternal hasta si se ven gordas con un vestido.

A un güey le gusta más una vieja que puede llevarse con sus cuates como cuate, que puede hablar de deportes, (más allá del futbol, ladies)tomarse una cerveza sin tarro en vez de un mamonsísimo martini (not like there's anything wrong with martinis) y entender la frustración de competir con su mejor amigo (like guys do).

A la inversa, un hombre que gusta de hombres, es posible que también disfrute de uno, que sin ser una loca descarada, esté tan en contacto con su lado femenino que provoque que aquello no estalle en testosterona multiplicada. Que no se sienta menos si en algún momento le toca el "rol de mujer" y que pueda intercambiar con el frescamente. Porque en la equidad en todos sentidos está la felicidad.

Al igual que una chica a la que le gustan las chicas, le guste que su pareja se sienta protegida pero que la proteja al mismo tiempo. Que como puede esperarla un día con la cena hecha y haciendo la cama, llegue al otro con sus cuates y amigas a ver unas pelis mientras la primera la estaba esperando con palomitas. Porque al final, los roles se combinan, se intercambian y acaban por desaparecer si uno así lo quiere.

Y he ahí, queridos mios, el secreto de una pareja funcional.
Ja.

Besos de love guru de bolsillo.
Bye.

1 comentario:

  1. I disagree parcialmente. Cuando dices "A un güey le gusta más una vieja que puede llevarse con sus cuates como cuate, que puede hablar de deportes, (más allá del futbol, ladies)tomarse una cerveza sin tarro en vez de un mamonsísimo martini ", estás casi que describiendo a un tipo con tetas. Otra cosa es que aburren las chavas complicadas que no entienden el hecho que uno es medio bestia.

    Uno es un ordinario, basto e insensible ser, pero no le atraen los ídems, sino ustedes.

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