5 de noviembre de 2009

Del entrañable victimario.

Me gustan las buenas actuaciones, la impecable fotografía, las narrativas que atrapan y la maestría que lo reúne todo. Por eso me gusta tanto el trabajo de un adorado polaco que le ha brindado al mundo joyas memorables. El genio de Roman Polanski es innegable para todo aquel que disfrute el buen cine.

Un trabajo tan brillante, sólo puede venir de una mente equiparable y probablemente, de una vida fascinante. El director prófugo es dueño de ambas cualidades.

Roman Polanski es un sobreviviente del holocausto que empezó a hacer cine en la dura y socialista Polonia de los años 60.

Fue elogiado en Francia, impulsó su reputación como director de filmes de suspenso en Inglaterra y finalmente dio el salto directo a los premios de la academia norteamericana en los años 70. Establecido en Los Ángeles, Polanski se casó con una hermosa y joven actriz, Sharon Tate.

Desafortunadamente, el nombre de su amada pasaría a la historia por ser víctima de uno de los criminales más brutales del siglo XX, Charles Manson.

Pasada la tragedia, Polanski siguió trabajando, creando una impresionante versión de Macbeth, un tributo a su fallecida esposa con Tess (multipremiada en su tiempo) y eventualmente, establecido en Francia llevaría a la pantalla grandes éxitos como The Ninth Gate, Oliver Twist y el Pianista.

Todo este perfil resulta entrañable para cualquiera. Padre de familia, respetado profesionista y carismático personaje. Para un mundo bombardeado por series de policías que persiguen a maniáticos sexuales, a sectas, que encuentran cadáveres en refrigeradores y demás pesadillas, alguien como Polanski sería el último que pensáramos es el “malo” de la película.

Sin embargo, la memoria de una mujer de 31 años indica lo contrario. En 1977 el director llevó a una chica de 13 a la apartada casa de Jack Nicholson. Con la excusa de tomarle unas fotografías artísticas, le dio un poco de vino y sedantes, para proseguir a abusar sexualmente de ella. Cuando lo anterior salió a la luz, Polanski fue acusado de un total de seis delitos y amenazado de ser encarcelado y extraditado. El director se adelantó y pasó 25 años en Francia.

Desde que lo aprehendieron, la pregunta vuela en el aire ¿Merece Polanski la cárcel? La víctima del abuso sexual lo ha perdonado ya (o más bien se ha hartado del acoso de la prensa y quiere llevar una vida normal), el tiempo ha pasado y Roman ha sufrido lo suficiente. Suena convincente, pero no lo es.

Acorde a las leyes californianas (y todas las demás de cualquier manera) el estado es el que decide cuando alguien es culpable y no lo es. Los que lo defienden, afirman que el mismo gobierno norteamericano es culpable de un sinfín de delitos que se pasan por alto y son los últimos en poder juzgar a nadie.

Finalmente la ley es la ley. Y el delito, lo fue, admitido por el acusado. Por muy talentoso que resulte el cineasta y por mucho que haya hecho todo por remendar lo sucedido, violar a una persona es inaceptable. Está penado por leyes de todo el mundo. Y violar a una menor de edad es igual o más grave talvez.

Independientemente del castigo, lo ocurrido el 11 de marzo de 1977 merece ser revisado y el culpable debe hacerse responsable. Es lo justo, sea Polanski quien sea. Aunque Chinatown te haya erizado la piel y Rosemary’s Baby sea un clásico, su creador abusó de una menor de edad y eso no puede borrarlo ningún rollo cinematográfico por más magistral que resulte.

P.D. Lo prometido es deuda.

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