8 de octubre de 2008

Y que la Seductra punkea.


La reina de King’s Road

Londres-Julio de 1976

Miro mis zapatos al ritmo de mis pasos y no puedo evitar sentirme anodina. El pavimento de King’s Road vibra de malestar por soportar un calzado tan común y aburrido. Y los paseantes del andador probablemente manifiesten el mismo descontento. Porque en esta calle no es común ver a una periodista. Y menos a una periodista de camisa a rayas y gabardina.

King’s Road se ha acostumbrado de golpe a una nueva manera de vestir, de escuchar, de ver y de verse. Todo gracias a un movimiento que ha tomado por sorpresa a Inglaterra como un torbellino, el “indecente” e irreverente punk.

Hoy me recibirá su soberana. La reina del camino del rey, la del corte de cabello fabuloso y diseñadora de imagen de Syd Vicious y sus camaradas. La dueña del escandaloso recinto de tres letras que los buenos ciudadanos londinenses, no se atreven a repetir: Sex.

El aparador presume faldas escocesas reinterpretadas, grandes playeras de algodón deshechas, jeans rasgados y enormes botas militares. De pronto se asoma una cabeza de grandes ojos azules y melena anaranjada, con una enorme sonrisa enmarcada en labial rojo, me saluda Vivienne Westwood, femme fatale de la moda citadina.

Su tienda retacada de chicos y chicas de cabezas rapadas y cortes de cepillo, interrumpe mi paso. Westwood se impone en sus altos tacones de charol azul y las pandillas de caras perforadas le abren el camino a la reina. Ella toma mi mano con la dulzura de una madre, dentro de su menudo cuerpo de una joven mujer de 33 años.

“Bienvenida a Sex, puedes probarte lo que quieras, ¿qué tal una minifalda con unos tacones como los míos?” Ante mi cara atónita, Vivienne ríe con candidez y me hace pasar a dar un tour por su negocio. Pregunta si soy la enviada del Times, y ante mi afirmación, sonríe con malicia y me muestra uno a uno los diseños que empiezan a convertirla en estrella.

De pronto todo está claro. Del otro lado de la tienda, hace su entrada Johnny Rotten, el líder de la banda que tiene a Inglaterra entera volteada de cabeza. Los mismos que aparecen en televisión gritando malas palabras y han decidido insultar a la reina. Rotten, un hombre sumamente sexy y ruidoso grita “God save my Vivienne” a lo que a diseñadora responde con un salto, atraviesa el recinto entero y golpea su cara divertida. Lo toma de la mano al igual que hiciera conmigo minutos antes y nos presenta.

Rotten no se muestra muy entusiasta. Toma una chamarra de piel de uno de los estantes y me la pone, ahora si sonríe y dice “Bienvenida a la magia de Ms. Westwood”. Y que mejor manera de describirla.

Vivienne Westwood nació lejos de Londres hace 33 años. Hija de una típica familia inglesa, Vivienne siempre mostró una inquietud inusitada en los nuevo, lo diferente, lo que se distingue y tiene estilo. Aunque no desarrolló sus habilidades hasta hace relativamente poco.

Una joven Vivienne llegó a Londres decidida a estudiar en la Harrow School of Art. Terminado el ciclo, se dedicó a educar a infantes durante sus años de matrimonio con Derek Westwood. Su dedicación y ternura, la hicieron célebre en su comunidad al norte de Londres, al igual que en este nuevo mundo de estrellas del nuevo rock. Es quizá también mencionada cualidad, lo que la ha llevado a los brazos de uno de los nuevos genios culturales de estas tierras, el prodigioso Malcolm McLaren, 15 años menor que ella.

Terminada la presentación con Rotten, la dispersa Westwood me lleva a la parte de atrás de su tienda, donde se ubica su estudio atascado de diseños, papeles administrativos, recortes de revista, libros de Edgar Allan Poe y acetatos por donde se posen tus ojos. Quitando un montón de piezas de tela, Westwood muy atenta y a la inglesa me sirve una taza de té –son las cinco de la tarde después de todo- y me invita a preguntarle lo primero que me venga a la mente.

Empiezo por cuestionarla sobre la ruptura de su matrimonio, y su alabada y shockeante visión de la moda. Prendiendo un cigarrillo, me lanza una sonrisa cubierta de humo. De pronto se da cuenta de su aparente arrogancia, y como toda una dama de provincia me pide una disculpa. Sin esperar respuesta de mi parte, empieza a narrar una historia digna de radio drama.

Cuenta de una infancia similar a la de cualquiera. Y luego con ojos de adolescente menciona su fascinación por la vida del obrero, los bajos mundos, la música estruendosa. “Siempre fui una rockera encerrada en una buena chica de trenzas y buenas maneras”. Pensaba que su vida entera estaría dedicada a llevar a cabo los planes de sus padres, y así lo hizo. Se casó muy joven con el chico correcto, se mudó a la casa correcta, y enseñó a niños pequeños las maneras más correctas.

Hasta que un día, le dio la espalda a toda una vida construida. Tomando una nueva bocanada me asegura que prefiere dejar tanta tragedia en la oscuridad. Porque su upbringing de delicadeza y consideración no las ha perdido ni piensa hacerlo. El dolor causado y sufrido es mejor se quede en los recuerdos de los involucrados, no en el papel de un diario.

Se dice que Westwood abandonó a su esposo gracias a su encuentro con McLaren. Un día huyó sin explicación alguna. Nunca ha mirado atrás y nunca ha dado explicaciones. Y no pretende darlas ahora.

Tras un corto silencio, continúa su relato. Los ojos empiezan a brillarle cuando recuerda sus primeros diseños. Menciona lo interesante y hermosa que le ha parecido siempre la tradición de vestimenta inglesa, y la evolución de la misma a manifestaciones inusuales de la mente humana. “Tengo una especial atracción por la estética masoquista y los colores oscuros y brillantes. El metal y los objetos re interpretados como decorativos y no solamente como algo funcional. Mis años de costurera en casa de algo han servido”.

Lanza una risa estruendosa y se acerca un poco a mi odio. Entonces susurra:”A veces me siento como una anciana aprovechada. Sé lo que quieren estos niños (refiriéndose a sus clientes) antes de que siquiera lo piensen. Porque no pueden negar la nostalgia que les produce la falda a cuadros de la abuela, pero tampoco el interés morboso por la sexualidad extrema y su parafernalia. Yo les doy lo mejor de los dos mundos, porque yo soy los dos mundos”.

Y si, Vivienne es un espejismo por sí misma. Engloba lo mejor y lo peor de la vieja guardia y la vanguardia imperante. Su rostro es a la vez de una chica maquillada y de picos naranjas, y una dulce dama que les ofrece té caliente y galletitas a sus invitados. Ama de casa decorosa y maestra de primaria, y por las noches diseñadora consagrada de una banda llamada Sex Pistols.

Pero tal vez su encanto se ha convertido en cualidad redituable. Westwood empieza a convertirse en punto de referencia en el alto mundo del diseño. Invitada a participar en las semanas de la moda europeas y a expandir su imperio a algo más similar a Valentino que a moda callejera. ¿Es que Vivienne está perdiendo autenticidad se ha vendido al sistema contra el cual ha profesado?

Mi pregunta no provoca la reacción de indignación que había imaginado. Divertida me responde: “Era de esperarse que el establishment tomara nota del punk. Porque todo movimiento cultural está condenado a formar parte del sistema más temprano que tarde. La razón es que en el fondo, somos todos iguales, nos atraen las mismas cosas, y tenemos un deseo imposible de reprimir de poseer lo que más tememos”.

Si me convierto en una diseñadora de pasarela que así sea. El punk será el punk. La contracultura, contracultura, y Westwood Vivienne. A quien no le parezca que no compre mi ropa. No me preocupa al final todos regresan, por más furiosos que estén.

La puerta del estudio cruje y se asoma la afilada nariz de Malcolm McLaren. Pregunta a su esposa si está todo bien, y me saluda cordialmente. Vivienne afirma estar muy en paz y se acerca a besar a su socio. Toma la taza de té de mis manos, y me lleva por su tienda de nuevo.

Elige unos cuantos artículos y me pide me los lleve de regalo. Confundida acepto la propuesta, cuando Westwood besa mis mejillas y me lleva a King’s Road dulcemente.
Guiñando sus grandes ojos, se despide y vuelve a su tienda.
Sabe que como los otros, regresaré muy pronto.
P.S. Yeah, I wrote this.

No hay comentarios:

Publicar un comentario