Don't know where, don't know when. But I know we'll meet again some sunny day.
Nunca olvidaste cantarme algo cuando te despedías y me dabas uno de esos abrazos en los que desaparecía de alivio. Nunca olvidaste mi cumpleaños, menos celebrarme. Nunca me olvidaste. Yo tampoco. Lo único que olvidaste fue decirme que no volvías a una próxima.
Será porque confiabas en que tendrías más mañanas de explorar mi alma vieja y mi corazón de oro. De que me contaras de tu infancia en el norte y tus legendarias mujeres. Otra ronda de regaños por tu afán de tomar azúcar con el café, en los que te jalaba las corbatitas de tela. Las gringas que nunca cambiaste e insistías en combinar con los horribles zapatos de piel y los pantalones beige que te quedaban cortos.
Tú tan puntual. Yo siempre corriendo. Tan caballero enseñándome a comportarme como la dama que dijiste nací siendo. Tan firme en pensar que la comida más importante del día se hace en las mañanas. Que la gente de bien se levanta temprano a trabajar y a tomar jugo de naranja.
Así nos conocimos, desayunando. No existíamos en otro horario. Desde la vez en que distraje a tu alumno el mirón en mi primer día de trabajo. Ese en el que entraste con los bigototes de morsa al salón, a quebrarme las rodillas de pena. Cuando te divirtió tanto mi bonito acento que me llevaste a comer pancakes "no hotcakes" aclaraste.
Te aprendí tantas necedades y tú tanto desenfreno. Porque siempre fui joven y tú viejo, pero no importaba, mejor así. Me nutrías con historias y yo con ingenuidad. Éramos un par de amigos de esos que se sientan a ver la vida pasar en el parque. De los que leen comics de Peanuts y se desdoblan de risa. Los que ven películas de Rita Hayworth y Fred Astaire. Los que se regañan por estar solos mientras se hacen compañía. Los que no entienden qué son, pero saben que no son amigos ni familia. Son almas reencontradas.
Te me fuiste. Me dejaste. No me diste nuestros abrazos antes de irte y ahora no puedo desaparecer contigo. No puedo escucharte porque no pude grabarte la voz ni la risa. La que escucho una y otra vez mientras te escribo. Mientras te comparto palabras, de los que siempre vivimos. De conversación bilingüe, lecciones de portugués y consultas de diccionario.
Me dejaste y te llevaste mi cacho más antiguo de corazón. El que te robaste en nuestras caminatas frías de secretos y nostalgias. Nunca me preparaste para que fueras mi nostalgia. No tengo con quién llorarte si no estás.
Decías que tenía algo de mágico y de fantasma. Tú de brujo y de mentira. Teníamos razón.
So honey, keep on smiling through just like you always do, till' the blue skies drive the dark clouds far away. (Como los soldados Raúl, como los soldados).
que bonito =)... ya quería leer otro... siempre vale la pena la espera...
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