Miren, cuando era buena. Siempre he tenido grandes conflictos para relacionarme con mujeres. Finalmente empiezo a entender porqué. Vivo rodeada por ellas. Mi familia es un matriarcado clarísimo y los pocos hombres que hay no hacen mucha diferencia. Padre ausente, tíos fracasados, primos desentendidos. Abuela jefa, madre dulcísima, tías excéntricas, primas habladoras. Simple.
El motivo de sus comportamientos se debe, además de la sobre carga de estrógeno (y sin duda las personalidades de cada quién) a una sola persona, la abuela. Mi abuela (no la de relatos pasados, sino la que compartió el marido con ella y explicaré en otro momento) siempre me trató como tal aunque la sangre no nos une. Es una persona excelente. Es la más ejemplar de todo el círculo aunque les cueste aceptarlo a las otras. Es guapísima, se rodea de amistades fabulosas, disfruta de su life of leisure pero trabaja un chingo y es bien exitosa, se viste re bien, tiene pelo perfecto y cocina sin sal. Es muy sana y muy chistosa y opinionated. Es bien justa y bien franca y bien cabrona también. Mala madre redimida, gran escucha, sumamente letrada, pilar de todos y misterio indescifrable.
La abuela entonces le provoca al resto una serie de sentimientos encontrados. Relación amor/odio tal cual. Porque le tienen muchos corajes añejos, pero la verdad es que siempre quisieron llenar su expectativa (todas menos mi jefa, pero eso no es tan interesante). Y no se dan cuenta de que no es necesario. La abuela tiene estándares bien altos, pero nos quiere tanto a todas que están rebasados por el hecho propio de la existencia. No tenemos que ganarnos nada. Y ese seguramente sería el argumento de las féminas (stepdaughters, nietas, cuñadas, hermanas, hijas etc.) de la familia, quienes aseguran que no tienen que demostrarle nada a nadie y menos a ella. Pero bien que se esfuerzan por dejar bien claro que son una chingonas. Y son más chingonas que la de al lado por supuesto. Entonces empiezan las carreritas por la atención y reconocimiento de la abuela, mismo que no van admitir jamás.
Lo anterior puede resultar sumamente entretenido si uno es mirón. O si uno es mi abuela, a la que le da mucha risa todo lo que sucede cuando nos reunimos. She’s above all of us. El pedo es que no soy la abuela, y tampoco soy audiencia. I’m one of them.
No tengo el mismo problema con ella. Pero sí heredé las mismas tenebras propias de las mujeres que la rodean. Las mujeres Nieto (y las Escobar también, but that’s a whole other story) pensamos que somos bellísimas antes que ninguna otra cosa. Tenemos mucho estilo y carisma. Somos brillantes y talentosas para todos los ramos profesionales, pero como gozamos de gran sensibilidad somos artistoidas y forevers clavadas con las plantas, la buena alimentación, el yoga y demás. Además leemos un chingo y escribimos todas de puta madre. Tenemos una opinión para absolutamente todo que está perfectamente fundamentada y siempre tenemos la razón. Estamos orgullosas de pertenecer al clan, pero sin duda, somos la mejor de él. Un poco todo lo que es la abuela ¿ven el patrón?
Por eso competimos tanto. Y cuando nos vemos las pláticas se convierten en un gallinero. Nadie espera su turno para hablar (más que algunos decentes) entonces todas hablan a la vez. Puedes entrarle y acabar en griterío o quedarte callada para sacarte un comentario “mordaz” que le va a dar en la madre a todos según tú.
Mis mujeres esperan que a su arribo todos celebren y las llenen de cariñitos y cumplidos, mismos que no devuelven y si lo hacen es por pura estrategia. They’re bitches, basically. Pero en su defensa, son unas intensotas que viven por y para el amor y sufren desgarradoramente por múltiples motivos irresolubles. Y les duele tanto aparte porque pendejas no son. La gente inteligente sufre más, decimos todos.
Ellas me enseñaron a ser mujer. No persona, MUJER. Me es inevitable ser una competitiva enferma. Ver en todas las mujeres al enemigo. Porque a las Nieto no nos gusta que nos demuestren que no somos las criaturas más perfectas que han pisado la Tierra. Y si otra mujer resulta ser más lista, más experta en algo, más bonita o más lo que sea, nos negamos a admitírselo. Está descalificada inmediatamente. Es una idiota y si no, es una perra, pero casi siempre es una perra idiota. We hate women.
Sin embargo, si tenemos amigas. Y buenas amigas. La abuela tiene a las Escorpionas (si, todas son escorpionas gigantes, con todo lo que implica) las tías a sus amigas de toda la vida incluyendo adoradas roommates, mi madre su variado catálogo, y yo el mío.
Uno que me costó mucho trabajo hacerme porque dado todo el trauma antes explicado, se me complica aproximarme a las mujeres, confiarles, caerles bien. Me intimidan. Sólo por ser mujeres. Porque sé que son bien listas y culeras y todas las cosas horribles que se pueden ser. Pero además porque me recuerdan que igual no soy tan maravillosa como me gusta pensar, o más bien, a que tengo que aprender a compartir el escenario. Y eso si bien recuerdan, en mi casa nomás no pasa. Entonces descalifico para que no me descalifiquen de vuelta. Y la gente no tiene la paciencia de aguantarse esas cosas. Qué hueva también.
Por eso agradezco tanto estar rodeada de mis amigas que me doy cuenta, no son tan pocas. Pero todas son personajes, personajazos. Guapas, guapísimas (me gusta rodearme de gente bonita) muy inteligentes, exitosas, chistosas, estables, loquérrimas, rubias, morenas, pelirrojas, inmaduras, chambeadoras y de todo un poco. Me quieren. Y yo las quiero mucho in return. Y hasta les digo cumplidos sin estrategias. No tenemos hielo que romper.
Desafortunadamente las viejas de mi corazón no van a estar presentes en el peor día del año que es mañana. I’m stuck with the other crazies. Ni modo, creo que poquito a poco me vuelvo más mirona y menos protagonista. Me gusta el punto medio. Me gusta ser la mujer complicadísima, fascinante y horrible que me enseñaron a ser también. La sal que le falta a la comida de la abuela la tenemos todas repartida en la sangre. Salerosas que somos.
En fin. Happy Mothers Day.
Besos rojos.
Bye.