El amor y los conflictos son como un cadáver. Por mucho que los sacudas tratando de revivirlos, no vas a hacer que despierten. Si el problema está resuelto o bien si está visto que no tiene solución, se debe dejar ir: enterrado, arrastrado por el viento o hundiéndolo en el mar.
El amor, por su parte, puede ser fulminado a balazos. Puede desaparecer de pronto o al cabo de años de deterioro; pero cuando sucede, no hay nada qué hacer. Por mucho que le gritemos, lloremos o roguemos al corazón, no va a moverse.
Hay que aprender a soltar al muerto, que pesa mucho dormir con huesos.