And the other one is flicking a cigarette...
Le Cigarrera. |
Cuando empecé a fumar lo hacía a escondidas, en la ventana de mi cuarto. Veía
hacia la puerta nerviosamente, aterrada de que la abrieran mis papás y me
fueran a cachar. Desde entonces, como perro de Pavlov, cada vez que
prendo el primer cigarro del día me duele la panza de nervios.
Recientemente compré una cigarrera en un arrebato de deseo. Preciosa, blanca con el filo dorado y unas
rositas pintadas (me gusta pensar) a mano y que alguna vez le
perteneció a una mujer (podría asegurar) fabulosa. Me costó apenas
60 pesos, pero al igual que todas las cosas que he adquirido desde
que vivo fuera de casa de mi padres, me sentí muy culpable unos
minutos después de adquirirla. Me dolió la panza sin haber fumado.
Para empezar, gastar
dinero en cualquier cosa fuera del presupuesto mental que me hago
todos los días me remuerde la conciencia. “Un día por andar de
manirrota voy a acabar como la crazy bag lady de mi cuadra” pienso. Además no la necesito, los cigarros están re bien guardados
en su caja, que para eso es. Para terminar, pues porque no
debería fumar ¿no? La gente sana, equilibrada, emocionalmente
satisfecha, inteligente y racional no tiene vicios. ¡Y
menos uno tan desagradable como fumar! Si fumar en exceso es
gravísimo. Es tan gravísimo que hasta los pobrecitos niñitos,
abuelitas y perritos se enferman por ser fumadores pasivos. Además es antiestético y desconsiderado. Los dientes se manchan, las banquetas se llenan de colillas, es molesto para otros... “fumar es un hábito despreciable” parece ser la conclusión general.
Al cabo de la primera ola de horror, sin embargo, me di cuenta de que ni me siento tan culpable. Porque no vivo con niños, abuelitas ni perros. Mi casa,
oficina, ropa y novio no huelen a cigarro por mi culpa, mis dientes
están bastante guapos y blancos además. Estoy sana, emocionalmente
satisfecha y soy bastante inteligente (olviden el equilibrada). Relativo a las finanzas, aquello de aprender a administrarse en
un arte que se domina con el tiempo y dentro del presupuesto tengo
incluidos mis gastitos banales. Así que tampoco es que como que haya dejado de pagar la renta por comprarme la pinche cigarrera.
La verdad es que fumar es rico. Se
convierte en tu sexto dedo durante una conversación acalorada. Puede
implicarte nuevos amigos al buscar encendedor. O no, sólo compañeros
de bocanadas, que tampoco está mal. Dura exactamente siete minutos,
así que hasta como reloj funciona. Entretiene la panza cuando se
tiene hambre y no hay manera de saciarla. Acompaña en momentos de
mucha soledad o alegría. Se comparte. Se presta. Se pide. Se regala.
Es bonito, pues. Y me gusta.
No voy a
dejar de fumar. Porque es mi única y mínima “mala” costumbre. Fumo
máximo tres cigarros al día y de vez en cuando me aloco el fin de
semana. Mi consumo es tan bajo que no me hace mayor daño. Soy
vegetariana, hago ejercicio, separo mi basura, uso bolsas de tela,
evito la comida rápida, cuido las plantas, no tengo coche... o sea
soy mucho más ecológica que muchos no fumadores con huellas de
carbón del tamaño de mi departamento.
Estoy hasta la madre de
que el mundo constantemente intente provocarme reacciones nerviosas por prenderme un cigarro.
Que las mamás me vean feo
cuando estoy fumando EN LA TERRAZA y su bebé empieza a llorar
porque “le molesta el humo”. Cuando me exigen con descortesía
que salga al patio a fumar. Cuando un ex fumador me aborda y se
avienta discursos interminables de cómo su vida es mucho mejor ahora
y como soy una pobrecita dependiente. O como cuando las pinches
cajetillas ya cuestan 40 varos y ADEMÁS traen un feto muerto en el
frente. Todos sabemos desde los 60 que fumar embarazada está de la
re chingada, de verdad. Y que todo causa cáncer, incluído el cigarro. No tengo hijos a quienes dejar desamparados por mi infarto y lo de la rata...sigo sin entender qué con la rata.
Me es tan desagradable la insistencia de los esos dibujos del demonio que me compré una preciosa cigarrera de glamorosea mi hábito. ¿Eh? A ver si así van dejando (maldita sociedad moralina y represora) mi vicio en santa
paz.